1
Lávate dos veces al día[1] Lavar por la mañana es adecuado para la mayoría de los tipos de piel. Por la noche, lávate con agua tibia y un limpiador suave.[2] Sécate la cara dando suaves golpecitos con una toalla de rizo limpia.[3] No frotes la piel para no dañarla.
Si tienes acné, considera la posibilidad de lavarte la cara con productos que contengan ácido salicílico y peróxido de benzoilo, ya que ayudan a eliminarlo.
Si usas maquillaje, recuerda lavártelo todas las noches.
Para eliminar los restos de maquillaje, date golpecitos suaves en las comisuras de los ojos con un paño húmedo o un disco de algodón.
Aplícate un protector solar hidratante a diario[4] Hidrata tu rostro después de lavarlo. Utiliza una crema hidratante con un factor de protección solar (FPS) de 15 como mínimo. Esto mantendrá tu piel a salvo de los efectos dañinos del sol. Elige un producto adecuado para tu tipo de piel. Los productos hidratantes suelen ir dirigidos a pieles grasas, secas o mixtas.
La loción debe aplicarse después de la ducha para evitar la descamación de la piel.
Presta especial atención a las rodillas y los codos, que suelen tener la piel muy seca.
Presta atención al vello facial. Arráncate los pelos que sobresalgan, sobre todo en el entrecejo. Si te afeitas, hazlo con cuidado. Aplícate siempre una crema de afeitar que lubrique y evite cortes. Utiliza una cuchilla afilada que no tenga suciedad entre las hojas. Aféitate siempre siguiendo la línea del vello[5].
Si no te afeitas, inspecciona la zona por encima del labio superior: ¿ves algún vello oscuro o largo?
Si es así, puedes decolorarlos o eliminarlos por completo con una herramienta depilatoria.